INTRODUCCIÓN

         No soy un crítico literario. 
        Sólo soy un recatado y deferente escritor, que comenta la obra, en este caso, una novela, de otro literato… 
      La literatura, la pintura o la música son, en sus más altas manifestaciones, semejantes al sol cuando, al desgarrarse las nubes, transforma el inexpresivo paisaje inundándolo en áureos resplandores. A tiempo que afinan nuestra perspicacia, despiertan esas manifestaciones en nosotros la emoción de la victoriosa supremacía del espíritu humano; y debido, acaso, a lo armónico de la concepción artística, parecen atestiguar la unidad de todo lo creado, que es la raíz de nuestra propia inmortalidad... 
      La novela “A LA SOMBRA DE LAS MORERAS” de Antonio Macías Luna (Sevilla-1944), despiertan en el lector, estas claras emociones y vehementes impactos... Hay dos clases de escritores geniales: los que piensan y los que hacen pensar. 
         Bueno, Antonio Macías Luna nos hace pensar. Y mucho... 
        Y nos hace viajar a las tierras bucólicas y agrestes de España, como Pío Baroja, pero a diferencia de éste, encontramos, en esta obra, la lírica, Sí. Poesía pura, de principio a fin... 
        “Con el sol de junio cayendo a plomo sobre los mármoles del camposanto, el enterrador alcanzó los bancos bajo los cipreses y se tendió en el que estaba a la sombra. Mientras aguardaba la victoria del sueño, Aniceto sentía en sus pómulos los primeros soplos del verano, procedentes de las cumbres de Gata, y escuchaba el chirrido soporífero de cigarras enemigas de la siesta”. 
        Además, el amor está presente en esta novela.
        Amor. 
        El amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza...
        Quizás los lectores piensen que la clase de amor incestuoso no sea amor. Pero lo es… El amor es un veneno mortal que despiden las negras serpientes que se arrastran en las cuevas del infierno. Ese veneno se ve fresco como rocío, y el alma sedienta lo bebe ansiosamente, pero después de la primera embriaguez, el que lo bebe enferma y sufre una muerte lenta:
      “Ambos se levantaron y se dirigieron al dormitorio de Aniceto, envueltos en frenesí amoroso; apenas podían mantener el equilibrio mientras se arrastraban escaleras arriba.”
        A los pocos minutos, la piel suave que cubría los pechos y el vientre desnudo de Gertrudis se tiñó de plata bajo el aro de la noche...”
    Aparece el deseo, la pasión, idolatría, lujuria, lascivia y muerte entre los dos principales protagonistas de “A la Sombra de las Moreras”.
         Macías Luna juega al ajedrez con todos los personajes.
         Con movidas relevantes y muy bien calculadas.
        Con un lenguaje depurado, espontáneo, arremetedor, a veces tan fascinante que nos transporta a la dimensión de los sucesos...
        La riqueza del lenguaje puede ser medida, estimado lector, por el número de las palabras, pero no su poderío. Hay escritores que se arreglan con un vocabulario restringido, que sacan matices y partido del que tienen por la maestría en la colocación. Como en el ajedrez, una palabra no vale por sí sola sino por su posición relativa, por la estructura total de que forma parte. Sólo un escritor mediocre puede desdeñar ciertos vocablos, como un mal jugador de ajedrez desdeña un peón: no sabe que a veces sostiene una posición:
       “Atardecía. Una luna enharinada, a punto de completar su ciclo creciente, anunciaba que la noche estaba en camino sobre el tramo plateado de carretera que unía Valverde del Fresno con la frontera portuguesa. Muy cerca, hacia el sur, quedaba la población, que mantenía puertas y ventanas cerradas ante la baja temperatura reinante.”
         El suspenso y la expectación están vigentes en toda la novela...
      Una zozobra lúgubre y macabra, estilo E. A. Poe, con un final trágico y aciago, acelera y apresura nuestro ritmo cardíaco.
       Un jaque mate sorprendente, inusitado, que deja atónito y pasmado, al que lee esta amena novela. La ansiedad es hija del miedo, y hermana de la angustia, pero no se sabe dónde comienza y dónde terminan sus correspondientes fronteras. Nace y vive entre la tristeza y el temor, entre el vacío y la violencia, entre la lucha y la inercia. Se parece a la apatía o tedio de la vida, y se pueden sentir ganas de morir por momentos, pero no es compulsiva ni agitada...
      Escribe Antonio Macías Luna: “Nicolás no se explicaba cómo podía emanar olor tan fétido de la tumba que acababa de abrir. Después de más de un siglo, no podía ser debido al calor estival...”. A Nicolás le invadió una segunda oleada de hedor, más intensa que la primera. Se llevó una mano a la boca para contener una arcada y vomitó sin remedio...” “Escupió y se limpió los labios con el brazo al ver un cuerpo humano con indumentaria actual y con señales de descomposición avanzada en el rostro y manos...”
      Espero que lean y disfruten de esta excelente novela, como yo lo hice.
    Recuerden, queridos lectores, a Gabriel García Márquez cuando se refirió a todos los escritores: “…han elegido el más misterioso y solitario de los oficios humanos: escribir”.
     Y Antonio Macías Luna lo sabe muy bien, al igual que yo...


                                        REINALDO SANDOVAL DURÁN
                                                              Escritor
 Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, filial                                             Lautaro.